Concepción, gestación, embarazo, nacimiento y hasta los 3 años de edad

Períodos críticos

Ésta, es la segunda parte de “El Proyecto Sentido”, así que si todavía no la has leído o escuchado la primera parte, te recomiendo hacerlo antes de seguir con ésta.  

Recordamos que el Proyecto Sentido hace referencia a la programación que recibimos cada uno de los seres humanos por parte de nuestros progenitores, (tanto si esa programación se hace de forma consciente como de forma inconsciente), que abarca desde aproximadamente los 9 meses antes de nuestra concepción, la propia concepción, el embarazo, la gestación, el parto y hasta los tres años de edad del bebé.

 

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Hoy vamos a profundizar un poco más en el Proyecto Sentido y cómo nos puede afectar en nuestra vida. Procedamos a analizar cada uno de estos períodos por orden.

Los 9 meses previos a la concepción

Esta fase todavía es inmaterial y se establece en la mente de los progenitores. Se empiezan a forjar las intenciones por las que es conveniente gestar al bebé. Todavía es una idea, un proyecto mental.

Aquí es muy importante analizar las necesidades no cubiertas de los progenitores, el ambiente en el que están viviendo, sus dificultades, si hay algún estrés, posibles conflictos, economía, situación geopolítica, situación familiar, ambiente emocional, etc. Para así comprender de una forma más global, la forma en que estas situaciones y el ambiente vivido pueden influir en sus vidas, así como la programación que podría haber llegado hasta su hijo.  

La concepción

A través de la fecundación, la mitad del material genético de cada progenitor se fusiona para dar origen una nueva vida. Se expresarán ciertos genes de cada uno de los progenitores y otros no, es un mecanismo de regulación llamado impronta genómica. Aquí el ambiente y el entorno también influyen mucho en la expresión de las secuencias genéticas, como nos dice la epigenética.

Por ambiente y entorno me refiero no solo al clima, geografía, situación del país o alimentación, sino también al ambiente emocional y situación familiar que están viviendo los progenitores en este momento de la historia.

Embarazo y gestación

Se suelen emplear estos términos como sinónimos, pero en realidad el embarazo hace referencia a la madre y la gestación hace referencia al feto. La madre y el feto ahora son uno. Ella cambia su biología para albergar la nueva vida (conexiones neuronales, cambios hormonales, aumento del torrente sanguíneo, aumento de la capacidad pulmonar y corazón, aumento del tamaño del útero, etc.)

En la gestación, el óvulo fecundado, también llamado huevo o cigoto, tendrá 23 cromosomas del padre y 23 de la madre, pero además también tendrá la información del ADN mitocondrial de la madre (ya que la información mitocondrial del padre está en la cola del espermatozoide, y ésta se queda fuera). El cigoto puede contener algo de información mitocondrial del padre pero esa cantidad es muy pequeña.

Por lo que el óvulo fecundado, tiene la mitad del ADN de cada progenitor, más el ADN mitocondrial de la madre. De ahí la importancia de la transmisión de información a través de las mujeres del clan. Si quieres algo más de información sobre esto, te invito a leer o escuchar mi artículo: “¿Qué sabes de tu abuela materna? La epigenética y el traspaso de información”.

El doctor en medicina y biólogo molecular Bruce H. Lipton nos aporta una valiosa información sobre la influencia de la madre embarazada y las repercusiones en el feto, diciendo lo siguiente:

 “La madre no solo proporciona nutrición al feto; las complejas sustancias químicas derivadas de señales emocionales de la madre, las hormonas y los factores estresantes, también atraviesan la barrera placentaria e influyen sobre el desarrollo de la fisiología fetal. Cuando la madre está feliz, también lo está el feto. Cuando la madre tiene miedo, también lo tiene el feto. Cuando la madre alberga pensamientos de rechazo con respecto al feto, el sistema nervioso fetal grava la programación de rechazo”.

El mismo autor, también nos aporta una visión importante sobre la implicación del padre en este proceso de gestación del bebé. Y nos dice lo siguiente:

“Las madres y los padres son responsables de la concepción y del embarazo, aun cuando sea la madre quien lleva al hijo en su vientre. Lo que hace el padre afecta profundamente a la madre, lo que a su vez afecta al hijo en desarrollo”.

Y también nos aporta datos importantes sobre cómo afecta la interacción entre los padres y su repercusión en el feto:

“Una madre y un padre se enzarzan en una discusión mientras a la mujer le hacen una ecografía. Se aprecia como el feto da un respingo cuando comienza la discusión. Cuando la discusión se agrava rompiendo un vaso, el desconcertado feto arquea el cuerpo y se eleva, como si estuviese en un trampolín”.

Este bebé en construcción dentro del vientre de su madre, registra y graba a nivel celular, todo lo que está ocurriendo allí fuera.

 

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El mismo embarazo, puede ser una bendición cuando es deseado por los padres, o puede ser un problema cuando las circunstancias no son las adecuadas, es inesperado, hay algún conflicto o no es el momento deseado. Si la madre vive un gran estrés, el sistema simpático puede hacer activar contracciones en el útero y causar sufrimiento fetal.

Otro dato significativo nos lo aporta la doctora en medicina Claude Imbert, con su visión de más de 30 años de experiencia sobre la gestación y su sentido:

 “Algunos traumas quedan inscritos en la memoria prenatal inconsciente y hoy siguen condicionando nuestra vida, pero es posible reencontrarlos, revivirlos y liberarlos, para liberarnos”.

Durante el embarazo, la seguridad es muy importante, y ésta se consigue a través de la protección que pueda ofrecer el hombre a la mujer. Biológicamente, el hombre ofrece protección, seguridad y defensa en el “nido”. También ofrece contacto físico y afectivo, que le llega al feto a través de la madre. Por lo que tenemos que tener en cuenta algo muy importante y es que el feto percibe al padre a través de la madre.

A la hora de percibir a nuestro padre, lo que pensamos, lo que sentimos sobre él, está influenciado sobre lo que pensó y sintió nuestra madre sobre él. Como nos construimos física y emocionalmente a través de la madre, sus experiencias y sentimientos hacia él, los hacemos nuestros.

El diplomado en Psicología del Desarrollo y Terapeuta Psicoemocional Enrique Blay, nos cuenta lo siguiente:

“Los hombres, los padres, podemos y debemos participar en el desarrollo de nuestros hijos desde el mismo momento en que la madre se sabe embarazada. Por dos razones. Una, porque como padres disfrutaremos y nos enriqueceremos y, otra, porque estaremos poniendo las bases, los cimientos de la estructura psicoemocional de nuestro hijo, otorgándole una gran estabilidad y armonía emocional que le acompañará el resto de su vida, que serán las raíces fuertes y sanas, sustento del árbol adulto en que se convertirá”.

En este período es importante investigar qué relación tuvieron nuestros padres, el ambiente que vivieron, si hubo alguna necesidad no cubierta por parte de mamá, si papá estuvo presente y apoyándola, si había discusiones, con quién, si tuvo otros apoyos, si hubo algún conflicto familiar, algún otro tipo de estrés, etc. Analizar todas estas cosas que forman parte del inconsciente familiar, nos puede ayudar para tomar consciencia de ellas y comprender cómo esas experiencias han podido impactar y condicionar nuestras vidas desde la infancia hasta nuestros días.

El nacimiento

El doctor Thomas Verny junto con John Kelly, nos dicen lo siguiente en su libro “La vida secreta del niño antes de nacer”:

“Todo aquello en que nos convertimos o que esperamos convertirnos, nuestras relaciones con nosotros mismos, nuestros padres y nuestros amigos están influidos por lo que nos ocurre en los períodos críticos de la gestación y el nacimiento”.

El momento del parto es muy importante, ya que es el primer momento de autonomía del bebé. Su cuerpo empieza a funcionar de forma independiente al de su madre, como por ejemplo respirar o alimentarse.

La doctora Constanza Soto, Jefa de la Unidad de la División de Neonatología, nos dice que el contacto piel con piel durante la primera hora de vida es fundamental, no sólo para el bebé, sino también para la madre. Ella llama a este período de tiempo “la hora sagrada”. Algunos mamíferos como los leones, si en las dos primeras horas tras nacer son separados de la madre, ésta, pasado este tiempo, ya no reconocería a estas crías como suyas, por lo que no las amamantaría y se morirían.

Así que esta hora sagrada es muy importante para el vínculo entre la madre y el hijo, así como para la lactancia y sobre todo para el apego. Sin embargo, muchas veces los bebés son arrancados de sus madres para meterlos en una incubadora, y se activa un programa de separación que puede tener consecuencias en el futuro.

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En el nacimiento, nuestro cerebro programa su autonomía, por lo tanto, el modo en que se produce, repercute en una programación u otra. La manera en que venimos al mundo puede generar unos patrones de conducta que pueden condicionar nuestra vida en el futuro. Por lo que, la forma en la que venimos al mundo, nuestra primera autonomía, es muy importante porque puede marcar el resto de nacimientos (simbólicos) que tengamos a lo largo de nuestra vida, como pueden ser nuevas amistades, trabajos, proyectos, relaciones amorosas, emancipación, vivienda, negocios, etc.

Conocer la forma en la que nacimos, nos puede ayudar a conocernos mejor y comprender ciertos comportamientos que solemos tener, que no llegamos a entender y que nos generan estrés.

En la tercera parte de “El Proyecto Sentido”, analizaremos diferentes tipos de formas de nacer y cómo podrían influir en nuestras vidas.

Período desde el nacimiento hasta los 3 años de edad

Después del parto, el bebé también siente como propio todo lo que siente la madre, a pesar de que ya no estén físicamente unidos. Sobre todo, recibe lo que la madre no puede reconocer o queda relegado en su sombra.

La psicopedagoga, escritora e investigadora Laura Gutman, en su libro “la maternidad y el encuentro con la propia sombra”  nos explica algunos de estos ejemplos. Si un niño llora demasiado teniendo todas sus necesidades cubiertas, la madre se tendría que preguntar qué le sucede a ella. O si el niño tiene una erupción en la piel, la madre se tendría que preguntar el motivo por el que ella tiene esos brotes. O si el niño rechaza el pecho, la madre se tendría que preguntar los motivos por los que ella rechaza al bebé.

La madre y el bebé siguen unidos emocionalmente, a pesar de esa primera autonomía que el bebé experimenta en el nacimiento. De hecho, es aproximadamente sobre los 3 años, cuando el niño tiene por primera vez, una autopercepción de sí mismo como individuo. Se da cuenta de que está separado de su madre, y es cuando por primera vez verbaliza la palabra “yo”, antes de eso no tiene consciencia de que está separado de su madre y de que son dos seres independientes.

Hasta esa edad de 3 años, el bebé sigue percibiendo al padre, a través de la madre, porque como hemos comentado anteriormente siguen conectados emocionalmente. Por eso es importante que durante este período, el padre adquiera su parte de responsabilidad aportando protección y seguridad, sobre todo a la madre, ya que es a través de ella como le llegará también al bebé.

Ondas cerebrales
Imagen de wikipedia sobre los tipos y frecuencias de ritmos cerebrales. 

Las ondas cerebrales del niño a esta edad funcionan como si estuviera en un trance profundo. Concretamente son las “ondas delta” hasta los 2 o 3 años y las “ondas theta” hasta los 6 o 7 años de edad. Ambas ondas cerebrales indican que el niño está operando por debajo del umbral de la consciencia. El niño hasta los 7 años está viviendo como en un trance hipnótico donde sus percepciones de la realidad se quedan grabadas en el inconsciente, sin que la consciencia intervenga en aprendizajes, experiencias, creencias y elecciones.

Al adquirir de forma inconsciente los conocimientos, habilidades, inercias, comportamientos y creencias de los padres, todo ello a través de la experiencia, podríamos decir que en realidad ese bebé está siendo programado.

Llegados a este punto, sería interesante analizar de forma individual y honesta, si la percepción que tengo de mi padre, realmente es mía, o más bien es una hipnosis inconsciente que me viene de mamá.

Hasta aquí esta segunda parte de “El Proyecto Sentido”. En la tercera y última parte, ahondaremos en los diferentes tipos de condicionamientos que se pueden programar en el cerebro del niño dependiendo del período en el que se esté.

Espero que te haya gustado y que también te haya sido de utilidad.

Hasta la próxima.

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Javier Badía – Acompañante en Bioneuroemoción® – Máster en PNL – Hipnosis – Coaching

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